25 de octubre de 2011

Y... ¿hoy qué hay para cenar?

En multitud de ocasiones te invitan a cenar para celebrar buenas noticias, para festejar cumpleaños y demás aniversarios o, incluso, como manera de cerrar mil negocios. Y en todas te sientes halagado con esta invitación. Pero en esta cena, espera no ser tú el convidado. Porque en una velada de idiotas, lo peor que puede pasar es que tú seas el mayor bobo de todos. Esto es, señores y señoras, la espléndida "Cena de los idiotas".
Un grupo de amigos que, cada martes, se reúnen en una gran cena e invitan al mayor tonto que se hayan encontrado esa semana para, así, reírse todos juntos de él. Parece una memez, incluso algo cruel, pero esta historia que ya ha llenado teatros y cines (tiene varias adaptaciones en la gran pantalla) de todo el mundo, consigue que no dejes de reír y disfrutar ni un solo momento.
En España ya se encuentra en su segunda temporada al frente del hermoso Teatro Infanta Isabel, que ya de por sí te sitúa, nada más entrar en él, en el fantástico mundo del espectáculo. Pero, además, cuando empieza la obra, todo va rodado. Un escenario originalmente montado, unos diálogos impecables y absolutamente alocados y unos actores... sencillamente perfectos. Perfectos para este trabajo donde se necesita una gracia natural que solo podrían tener ellos: Josema Yuste, Félix Álvarez "Felisuco" y un IM-presionante Agustín Jiménez que consiguió, de nuevo, dejarme con la boca abierta.
Y es que no hay que hacer un dramón lacrimógeno para conseguir ser un fantástico actor. Es más, en mi opinión, es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar... Porque, para que un personaje logre que todo el teatro no deje de carcajear desde sus asientos con sólo una palabra, hay que saber cómo decirla, saber lo que puede hacer gracia y lo que llega a ser ridículo y, sobre todo, que te salga natural. Y eso les pasa a estos maravillosos actores de los que no tengo nada injusto que decir. Brillan por sí solos pero, sin duda, Agustín Jiménez destaca entre todos. Recrea su personaje de una forma soberbia y hace callar bocas a todo el que le encasilla en los monólogos que le hicieron conocido. Agustín y Francisco Piñón, el gran idiota de esta cena, son graciosos, elocuentes, tiernos y totalmente chalados, por eso me parece el mejor actor para este lunático individuo. Incluso casi consigue que, en el ingenioso final, me pusiera a llorar... y eso es increíble, a pesar de mi "posible" facilidad para ponerme sentimental, pero sigue siendo increíble.
Aplaudo mil veces a esta obra, a su historia, a su creador y a sus personajes. A sus fascinantes frases y a sus locos enredos. A todo el que ha conseguido que esta divertidísima comedia haya llegado a Madrid. Así que os la recomiendo y si, además, vais acompañados de grandes amigos, como fue mi caso, la noche ya está más que resuelta. Solo tendréis que sentaros y disfrutar de una cena con una pizca de idiotez y una enorme ración de humor del bueno.

 

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